Hace unos días, un poco sin querer, me reencontré con una libreta que daba por perdida. En ella, en mis últimos años de instituto, a modo de diario, escribí lo que fue mi última etapa creativa, ya que desde entonces, mi producción, por llamarlo de alguna manera, quedó seriamente mermada.
La cuestión es que al volver a leer sus páginas me he reencontrado con pensamientos de entonces y poesía, mucha poesía. Una parte importante recogida de libros que pasaron por mis manos en esa época. Para que os hagáis una idea, autores como Cesare Pavese, Mario Benedetti, César Vallejo y Roque Dalton. Y otra mucha de mi propia creación.
Es evidente que con tanto traslado existe la posibilidad que al final quede abandonada en algún piso o extraviada en un camión de transporte. Por lo que he decidido transcribir parte de esa obra.
Las obras no tienen por que ser cronológicas, eso sí, forman parte de mi escritura entre los años 1999 y 2003
No las he puesto todas, quizás más adelante.
El primer animal
Hablando de tanta revolución
se nos llena la baca de escarabajos,
tantos negros, como peloteros,
y con el paso del tiempo
somos viles camaleones
forjando una nueva vida,
llena de mareas y cangrejos.
© David Peña Pardo
Esto no es un réquiem
Roque me enseñó como
hablar al caracol y
a la tortuga.
Tristemente no me puedo enseñar
como parar la bala....
.... del propio hermano cazador.
© David Peña Pardo
Petición
Juventud del mundo, no duermas
¡despierta!
tienes que ser vigorosa y vital,
como lava de rebeldía,
inundar nuestro corazón,
de inquietud y deseo.
No te duermas juventud -divino tesoro-
¡despierta!
Llena la tristeza del anciano despojado,
de vivencias, de tu calor humano,
no te duermas,
¡despierta!
Que lástima ver semejantes,
con arrugas,
viejas arrugas,
en su espíritu,
ya agotado,
acostumbrado y cabizbajo.
¡despierta!
Juventud despierta, yo te necesito,
correo por mis venas cual dragón,
revíveme,
¡envejecer mi ser no quiere!
© David Peña Pardo
Cementerio de ausencia
Te tengo,
como una losa sobre mi cuerpo,
que me oprime
con su mortal peso.
Mientras me pudro,
te veo a lo lejos,
ni te inmutas,
ni te exaltas.
Los bichejos se ríen de mi
a la vez que me devoran.
Poco a poco
en la tierra me disuelvo,
formo parte de otros seres,
otros que me recogen,
otros
que de mi toman vida,
resucitan.
Ya roto está mi mástil,
destruido, hecho añicos,
por tu ego, tu ser.
Mi buque,
se dirige hacia el abismo,
gris capitán intenta salvarlo,
En la travesía
diviso los mismo naúfragos,
que antaño
eran mi destino,
mi vida.
© David Peña Pardo