lunes, 19 de septiembre de 2011

Último relato en un instante

Ahí estaba como cada día, sentada en la mesa de siempre, con los libros y el batido de fresa, junto con su ipod. ¿Qué música estaría escuchando? Cada día estaba más guapa. Su piel de melocotón se doraba con el sol de mediodía. Sus cabellos rubios rizados me evocaban sucios placeres. El escote de su blusa hacía volar mi imaginación hacia lugares cálidos, prohibidos. En días como hoy, de primavera, su falda corta, dejaba ver sus preciosas piernas, recordándome que pecados podríamos producir si los dos nos uniésemos en uno sólo en cualquier habitación de este hermoso hotel. La lástima es que los movimientos del destino nos separaron por las brechas del tiempo, la lástima es que yo tenga cuarenta y ella sólo dieciséis.

David Peña Pardo
Bajo licencia Creative Commons

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Más relatos en un instante

Os dejo aquí los dos últimos relatos que envié al concurso. El primero "Pastitas" lo he abreviado para enviarlo al concurso, pero aquí os dejo el original, que es más extenso. El segundo "Ella" está a caballo entre la ciencia ficción y la parodia. Con los dos me he divertido y reido mucho escribiéndolos, espero que vosotros disfrutéis de ellos leyéndolos.

Pastitas

Me encanta venir a este hotel por dos motivos, el primero porque sirven junto al café unas pastitas excelentes y el segundo porque, a pesar de tener terraza, no se permite fumar. Yo hace tiempo fumaba, ¿Te lo dije? Sí, fumaba, pero ya no. Ya están aquí las pastitas. Pues como te iba diciendo, fumaba. Umm, qué ricas que están, ¿verdad? Lo cierto es que la gente no sé como todavía, con lo caro que está el tabaco, y que no dejan fumar en ninguna parte, sigue fumando. ¿Esa pastita que queda te la vas a comer? ¿No? ¡Qué bien! Pues yo lo llevo muy bien, ya no recuerdo ni el tiempo que hace que no fumo. ¿Pedimos otro café? Así nos traeran más pastitas. Además, ahora no se puede fumar en ninguna parte, los fumadores están como apestados, ¿Te has dado cuenta? Me dan lástima. Mira, ya han llegado las pastitas. Bueno, lo único, es que desde que dejé de fumar, no sé si te has dado cuenta, no paro de comer.

David Peña Pardo
Bajo licencia Creative Commons

Ella

Es una máquina no lo olvides. Siempre me lo repite la gente. Pero yo la amo, que le voy hacer. Si me atrapan sus grandes ojos verdes última gama. Sus pechos 3.0 de última generación, con un tacto suave y además perfumados, acaso puedo pedir más. Y si tengo que hablar de su trasero, de su entrepierna, con las últimas tecnologías en sensación táctil, me derrito. Sus piernas de titanio, sus dedos de cirinio, sus uñas de telurio, jamas ningún dios creo tal obra maestra semejante. Y su boca, que puedo decir de su boca, que si hablase de ella tendría que escribir una oda entera. Sí, es verdad, es una máquina, todo el mundo me lo dice, pero yo la quiero.

David Peña Pardo
Bajo licencia Creative Commons

martes, 13 de septiembre de 2011

Relatos en un instante

A raiz de la participación en un consurso de relatos breves (menos de 150 letras), os voy a mostrar los que voy enviando, a ver que os parecen. Ya os digo que la mayoría están escritos en apenas unos minutos. Quizás podría dedicarme más tiempo a ellos, pero creo que de esa manera perderían la gracia. Aquí os dejo el primero:

Muerte en el bajo B

El olor nauseabundo llegaba a todo el vecindario. La policía lo encontró tirado en el patio interior del bajo B.

- A todo el mundo le caía mal, la verdad. De eso hablaban las vecinas en el portal. Desde que le dejó la mujer no volvió a ser el mismo, y encima se llevó a sus hijos, pobre. Decían.

- Es un suicidio en toda regla. Comentaba el policía al inspector.

- Pues hacía meses que no lo veía, ni siquiera me había dado cuenta de su ausencia, le decía el portero a otros vecinos.

- Está reventado, ¡anda que tirarse de un noveno desde el balcón del lavadero!, está todo salpicado de sangre. Seguía diciendo el policia.

- ¿Y se había divorciado? Qué pena. Tantos meses solo. El marujeo continuaba.

- ¿Y usted que opina inspector? La muerte es una putada, pero la soledad es peor.

David Peña Pardo
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