lunes, 19 de septiembre de 2011

Último relato en un instante

Ahí estaba como cada día, sentada en la mesa de siempre, con los libros y el batido de fresa, junto con su ipod. ¿Qué música estaría escuchando? Cada día estaba más guapa. Su piel de melocotón se doraba con el sol de mediodía. Sus cabellos rubios rizados me evocaban sucios placeres. El escote de su blusa hacía volar mi imaginación hacia lugares cálidos, prohibidos. En días como hoy, de primavera, su falda corta, dejaba ver sus preciosas piernas, recordándome que pecados podríamos producir si los dos nos uniésemos en uno sólo en cualquier habitación de este hermoso hotel. La lástima es que los movimientos del destino nos separaron por las brechas del tiempo, la lástima es que yo tenga cuarenta y ella sólo dieciséis.

David Peña Pardo
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