Señor P, tengo música nueva para
usted, me decía S. , le tengo que enseñar nuevo meterial, que se ha
quedado muy desfasado, esa música de finales de los ochenta y de los
noventa quedó muy anticuada. Mirá, me seguía diciendo, ese
personaje de más de metro ochenta de altura, vestido de negro, y con
cada vez menos pelaje en la cabeza, te paso música actual, aquí
tenés Rage, este grupo es genial, son alemanes, los vi varias veces,
son muy buenos. Y aquí otros grupos, no sé si estás preparado,
tenés que educar el oído. Yo mientras tanto seguía pensando en mi
música antigua pero estupenda, de viejos casi jubilados, que tanto
me gustaba. La dama de hierro y los metaleros de california me
seguían poniendo los pelos de punta, por mucho que dijese S. que son
unos carcas, entonces me decía a mi mismo, y un carajo.
Escuchar la música de S.
en los auriculares de mi reproductor, me acompañaba en los viajes en
transporte público en la ciudad de B. Es increíble, pero a pesar de
llevar el volumen al máximo, y ser música contundente, me ayudaba a
leer en el metro y el ferrocarril. Cosa que incluso a mi me
sorprendía. Leer poesía soviética y alemana con música metalera en mis
oídos se había convertido en una costumbre. Lo ves pibe, la buena
música, me decía,se escucha en cualquier situación y lugar.
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