martes, 17 de marzo de 2015

Otro tren

El autobús iba repleto. Tuve mucha suerte de poder sentarme al final, junto a una mujer gorda, que usaba una colonia muy fuerte y desagradable. El movimiento del vehículo, el alboroto de las conversaciones subidas de tono, y el olor a humanidad estaba haciendo que me marease. Deseaba llegar a mi parada lo antes posible. Al llegar a la Plaza Central. Justo delante del Gran Teatro. Me pude bajar. Comencé a caminar a paso ligero hacia la estación de los ferrocarriles. Cogí el tren de la línea que se dirigía a la Universidad Central. Me gustaba coger ése tren porque siempre estaba repleto de chicas jóvenes y guapas, acompañadas de su carpetas y cachivaches electrónicos. Yo no pude ir a la universidad ni vivir el ambiente de ésta, así que era un consuelo de perdedor poder disfrutar de ese momento diario.

No me di cuenta, en un primer momento, pero justo me senté, vi a la preciosidad que tenía delante. Una chica con el pelo castaño, largo, levemente ondulado. Llevaba un aspecto desaliñado, de hecho tenía el pantalón manchado. No creo que tuviese más de veinte o veinte y pocos años. Su indumentaria se completaba con unas botas de montaña, y un jersey naranja, algo chillón, que tenía un ligero escote. Ella no me miro, pero yo a ella sí. Tenía una expresión facial muy agradable. Sus ojos eran marrones. Mientras pensaba en todo ello, ella revisaba su móvil, seguramente escribiendo alguna cosa en twitter o Facebook, o enviando algún mensaje a alguna amiga. Intentaba hacerme el dormido, para no mirarla tanto y que ella se diese cuenta.

Justo cuando faltaba poco para llegar a mi parada, y así por fin, caminar cinco minutos y llegar a mi destino. Pasó algo que no me esperaba. Cómo dije antes me hacía el dormido, y justo cuando abrí los ojos, ella me estaba mirando fijamente, y entonces me dijo:

-¿Qué?

Yo no sabía que responder. De hecho nunca me había pasado algo así. Por suerte para mí, fui salvado por la campana, ya que justo en ese momento llegaba el tren a mi estación. Y ruborizado y con una gran vergüenza bajé del tren, pensando en que tendría que coger otro tren diferente al día siguiente.

David Peña Pardo ©

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